Fernando Rueda
Roca Editorial, 2014
La
nueva novela de Fernando Rueda, El regreso de El Lobo, ha llegado a las
librerías. Autoridad en materia de espionaje, ha publicado numerosos
libros periodísticos sobre el opaco mundo de las agencias de
inteligencia. Hace cuatro años dio el salto a la narrativa con La voz
del pasado. Ahora, Fernando Rueda vuelve a atraparnos con una novela
trepidante que una vez empezada no puede dejar de leerse.
El
género de espionaje ha estado siempre a medio camino entre la novela
negra y el thriller político. Cultivado sobre todo por escritores
anglosajones, tuvo gran acogida durante la guerra fría. Es el caso de
Frederick Forsyth, Graham Greene o John le Carré. Con El regreso de El
Lobo, Fernando Rueda consigue dar actualidad a la literatura de
espionaje y situarla en la primera división de nuestras letras.
Sobre esta novela, Julia Navarro se ha preguntado “donde acaba la ficción y comienza la realidad, o al revés”. A esa cuestión sólo puede responder el autor. Lo que sin duda destaca es la verosimilitud de la trama, pegada a una realidad bien documentada, en la que no hay sitio para especulaciones tipo Dan Brown. Ser verosímil y, al tiempo, nada previsible proporciona a esta novela la fuerza centrífuga que atrapa al lector.
Así como Ian Fleming construyó a James Bond a partir de Yeo-Thomas, espía británico de la II Guerra Mundial cuyo nombre en clave era “Conejo Blanco”, el epicentro de la novela de Fernando Rueda radica también en su protagonista, inspirado igualmente en un personaje real, el espía Mikel Lejarza, “El Lobo”. Miembro de los servicios secretos españoles, Lejarza hizo historia al infiltrarse hace 40 años en ETA y desencadenar la detención de 200 terroristas. Por ello, ETA aún tiene guardada una bala para Lejarza. Esperemos que nunca ocurra lo que sucedió con Denis Donaldson, agente del MI5 infiltrado en el IRA, al que asesinaron tras llegar la paz a Irlanda del Norte.
Con un pie en la historia y otro en la ficción, Fernando Rueda reactiva a Mikel Lejarza en una fecha señalada, el 11-S, y le introduce de lleno en los acontecimientos que provocará la respuesta de Estados Unidos, con sus luces y sombras, a la agresión de Al Qaeda. Dubái, Guantánamo, Nueva York, Afganistán,…. son “los exteriores” de esta obra que ha sido escrita para leerse con la intensidad de una novela de espías.
El regreso de El Lobo es asimismo la prospección psicológica de su protagonista. Un hombre de potente personalidad, de muchas caras y bastantes aristas, habituado a la clandestinidad, herido por las renuncias, difuminado por la cirugía estética, al que no permiten acudir al entierro de su madre, siempre a la huida, en constante búsqueda de su verdadera identidad y su lugar en el mundo. Para elaborar con minuciosidad un personaje tan complejo, el autor confiesa haber estado durante meses “en contacto con un psicólogo clínico especialista en este tipo de personalidades”. Un personaje que predomina, pero no eclipsa a los que van surgiendo en las páginas del libro.
Sobre esta novela, Julia Navarro se ha preguntado “donde acaba la ficción y comienza la realidad, o al revés”. A esa cuestión sólo puede responder el autor. Lo que sin duda destaca es la verosimilitud de la trama, pegada a una realidad bien documentada, en la que no hay sitio para especulaciones tipo Dan Brown. Ser verosímil y, al tiempo, nada previsible proporciona a esta novela la fuerza centrífuga que atrapa al lector.
Así como Ian Fleming construyó a James Bond a partir de Yeo-Thomas, espía británico de la II Guerra Mundial cuyo nombre en clave era “Conejo Blanco”, el epicentro de la novela de Fernando Rueda radica también en su protagonista, inspirado igualmente en un personaje real, el espía Mikel Lejarza, “El Lobo”. Miembro de los servicios secretos españoles, Lejarza hizo historia al infiltrarse hace 40 años en ETA y desencadenar la detención de 200 terroristas. Por ello, ETA aún tiene guardada una bala para Lejarza. Esperemos que nunca ocurra lo que sucedió con Denis Donaldson, agente del MI5 infiltrado en el IRA, al que asesinaron tras llegar la paz a Irlanda del Norte.
Con un pie en la historia y otro en la ficción, Fernando Rueda reactiva a Mikel Lejarza en una fecha señalada, el 11-S, y le introduce de lleno en los acontecimientos que provocará la respuesta de Estados Unidos, con sus luces y sombras, a la agresión de Al Qaeda. Dubái, Guantánamo, Nueva York, Afganistán,…. son “los exteriores” de esta obra que ha sido escrita para leerse con la intensidad de una novela de espías.
El regreso de El Lobo es asimismo la prospección psicológica de su protagonista. Un hombre de potente personalidad, de muchas caras y bastantes aristas, habituado a la clandestinidad, herido por las renuncias, difuminado por la cirugía estética, al que no permiten acudir al entierro de su madre, siempre a la huida, en constante búsqueda de su verdadera identidad y su lugar en el mundo. Para elaborar con minuciosidad un personaje tan complejo, el autor confiesa haber estado durante meses “en contacto con un psicólogo clínico especialista en este tipo de personalidades”. Un personaje que predomina, pero no eclipsa a los que van surgiendo en las páginas del libro.
A pesar de todo, Mikel Lejarza no abandona el mundo del espionaje. Como explica Fernando Rueda “este
tipo de vida crea adicción, no puedes vivir sin la sensación de riesgo,
de ponerte en situaciones límite, aunque seas consciente de que los
daños psicológicos se terminan convirtiendo en físicos, no puedes
evitarlo”. Lo cual nos conduce al interrogante sobre si un espía puede dejar de serlo alguna vez.
En la soledad propia del lobo estepario, Mikel, siempre infiltrado entre terroristas, narcos o traficantes, se siente asqueado de estar en el lado oscuro de la verdad oficial. Sin embargo, sumido en este juego de lealtades y valores, deberá realizar una elección crucial ante la amenaza de un nuevo atentado más mortífero que los del 11-S. Quizá porque aún no se ha deshumanizado, como cabría pensar.
Por otro lado, su carácter enigmático, debido a su doble vida, y de hombre de acción, confiere al protagonista un enorme atractivo para las mujeres. Aunque si el protagonista fuera mujer, observa el autor, ejercería la misma atracción en los hombres.
Anotar, por último, que esta novela es de algún modo un homenaje a esos agentes de carne y hueso que se juegan la vida a diario. No sabemos si esta novela es el inicio de una saga. Por ahora es un enigma literario. Como subraya Fernando Rueda “una vida como la de Mikel Lejarza da para muchas novelas”. De momento, lo que si podemos confirmar es que El Lobo ha vuelto.
En la soledad propia del lobo estepario, Mikel, siempre infiltrado entre terroristas, narcos o traficantes, se siente asqueado de estar en el lado oscuro de la verdad oficial. Sin embargo, sumido en este juego de lealtades y valores, deberá realizar una elección crucial ante la amenaza de un nuevo atentado más mortífero que los del 11-S. Quizá porque aún no se ha deshumanizado, como cabría pensar.
Por otro lado, su carácter enigmático, debido a su doble vida, y de hombre de acción, confiere al protagonista un enorme atractivo para las mujeres. Aunque si el protagonista fuera mujer, observa el autor, ejercería la misma atracción en los hombres.
Anotar, por último, que esta novela es de algún modo un homenaje a esos agentes de carne y hueso que se juegan la vida a diario. No sabemos si esta novela es el inicio de una saga. Por ahora es un enigma literario. Como subraya Fernando Rueda “una vida como la de Mikel Lejarza da para muchas novelas”. De momento, lo que si podemos confirmar es que El Lobo ha vuelto.
En Estrella Digital © Francisco J. Castañón
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