jueves, 14 de noviembre de 2024

Reseña de "Instinto de brújula" y "Díes de daquién / Días de alguien", de Javier Olalde

Olalde, Javier. (2024). Instinto de brújula. Madrid, España: Huerga y Fierro Editores. 82 páginas. – Díes de daquién / Días de alguien. Madrid, España: Huerga y Fierro Editores. 122 páginas.


El poeta y ensayista Javier Olalde ha publicado recientemente dos nuevos libros: Instinto de brújula y Díes de daquién / Días de alguien. Dos libros mellizos porque han llegado al mismo tiempo, porque comparten un mismo núcleo temático y diría afectivo, pero cada uno de ellos con una personalidad bien diferenciada y un carácter singular.

Hace siete años, Olalde se “reincorporó” a la poesía tras un largo silencio de varias décadas cuando en 2017 vio la luz su poemario Toda la tarde andada, después de un flamante comienzo en este género en los años 60. Un extenso paréntesis en lo que se refiere a la publicación de trabajo poético, aunque ello no significó el abandono de su vocación literaria que había desarrollado en silencio a lo largo del tiempo, ni tampoco de su escritura, ya que los avatares de su itinerario vital y profesional llevaron su ingenio literario por otros derroteros digamos más prosaicos.

Otra cuestión indispensable para entender la aparición de los dos libros objeto de esta recensión es su estrecha vinculación con Asturias. En efecto, Javier nació en Pousada de Rengos, una parroquia del conceyu de Cangas de Narcea, viviendo en Oviedo hasta que el destino le llevó a Madrid en plena adolescencia. Esta conexión con la tierra asturiana es lo que le ha llevado a escribir estos libros, teniendo como punto de partida o telón de fondo sus recuerdos e impresiones atesoradas sobre Asturias desde su infancia hasta nuestros días.

No han sido pocas las gentes que por diversos motivos —como ha sucedido también con otras regiones— debieron abandonar Asturias durante el siglo XX y terminaron formando parte de lo que puede denominarse la diáspora asturiana, debido a la inmigración interna hacia las grandes ciudades de nuestro país o más allá de nuestras fronteras en determinadas épocas. En el caso asturiano sobre todo a México y Argentina.


Pero volviendo a lo que nos ocupa, en relación a las dos nuevas obras de este escritor asturiano que en su día fue trasplantado en Madrid, podemos apuntar que de algún modo —es mi opinión— estos ponen un punto y aparte en la producción poética del autor publicada desde que apareciera su poemario Toda la tarde andada —ya mencionado—, al que luego se sumaron Mi modo de ser árbol, Extravagancia infinita, Cierta como Morgana y Escalando el muro. Poesía reunida 1970-2023 que recogió el libro inédito Materia combustible.


Todos estos títulos, los aparecidos en esta etapa del siglo XXI, los publicados en los años 60 del siglo pasado y estos dos que presentamos hoy, con la significación que para el poeta tiene Asturias como eje vertebrador de los mismos, le han llevado a construir una obra poética donde descubrimos una voz personalísima, distintiva y original.


Asimismo, estos dos “poemarios asturianos” que el poeta entrega ahora al público lector suponen la llegada a una meta, ahora alcanzada por derecho propio, y, al mismo tiempo, un nuevo punto de partida en su trayectoria como poeta que solo el impulso literario del autor determinará que nuevas cotas alcanzará en el futuro su creatividad poética.

La altura y calidad literaria de Olalde está sobradamente constatada, tanto en los poemarios de su primera etapa como en los de la etapa actual. Nos encontramos ante un autor que desde la aparición de Toda la tarde andada ha tenido un recorrido ascendente y más que notable en la configuración y consolidación de su voz poética. De esta forma, parece más conveniente ahondar en algunas de las claves que nos acercan al propósito y contenido de estos poemarios, teniendo en cuenta el carácter afectivo y emotivo de los poemas que habitan sus páginas.

Al igual que la brújula siempre señala al norte, el Instinto de brújula de Javier Olalde también mira aquí al norte: «Al norte, / siempre al norte. / Mi sentimiento, al norte. // Mi convicción, al norte. / Soy culpable de norte». Y ese norte, aquí, es Asturias.

Instinto de brújula es un diálogo con el recuerdo y la nostalgia. En bable, o mejor dicho en asturiano, nostalgia se dice señardá. Una nostalgia similar a la saudade del gallego o del portugués. Un término siempre difícil de concretar porque entre sus acepciones puede expresar un sentimiento difuminado de distancia temporal o espacial con aquello o con quienes una vez se tuvo un nexo que se sigue sintiendo, unido a un anhelo por resolver esa separación, algo que quizás quede sólo en el ámbito de una intención más que de una realidad efectiva.

Este primer libro se divide en cuatro secciones. Las tres primeras: “País de lluvia”, “Ciudad de ausencias” y “Orixe/Origen” nos conducen lugares, ámbitos y emociones que emergen o surgen ante el poeta sobre todo en la ciudad de Oviedo. Lugares que en algunos casos ya solo existen en el recuerdo. Pues el Oviedo actual por donde ha transitado no pocas veces el poeta se mezcla con el Oviedo que quedó plasmado en su memoria antes de emprender el viaje a Madrid que le separó de la ciudad de sus primeros años. Igualmente, hay en estos versos una reivindicación de sus orígenes que, a mi juicio, el poeta desea “reconquistar” desde un punto de vista literario, cultural y como memoria de un tiempo lejano que forma parte de su itinerario vital.

En consecuencia, según recorremos los poemas de Instinto de brújula compartiremos evocaciones, reflexiones, emociones o pensamientos al hilo de los lugares por donde transita el poeta a través de sus versos: el autobús con nombre propio que cogía para ir al colegio; la figura del monte Naranco, a cuyos pies se ubican dos joyas del prerrómanico asturiano como Santa María del Naranco y San Miguel de Lillo; la célebre calle Uría; la iglesia medieval de San Tirso el Real; la catedral; el campo de San Francisco, el paseo del Bombé; el colegio Fruela que hoy no existe, antaño ubicado en la calle Cimadevilla número19.

Del mismo modo, no se olvida el poeta en sus versos de Gijón y sus lugares más emblemáticos, ni de obligados iconos tradicionales y modernos, como el hórreo o el autobús Alsa, esos autobuses que llevan décadas comunicando entre sí a las diferentes localidades de Asturias y a sus gentes con el resto de España.

Por otra parte, comentar que el cuarto apartado del libro me parece muy apropiado. Hallamos en él la mirada hacia ese norte que un día dejó el poeta desde la meseta castellana y el Madrid donde vive desde hace muchos años. En esta sección, sin desmerecer a las otras, hay un poema delicioso con un título y unos versos que bien habría podido escribir ese egregio asturiano que fue Gaspar Melchor de Jovellanos: “Donde el poeta se dirige a la musa sobre el solar castellano”.

Antes de comentar brevemente el otro poemario creo imprescindible señalar que Instinto de brújula guarda una joya en su interior que completa a la perfección los poemas de Olalde. Me refiero a los excelentes dibujos de Eugenio Rivera de diversos lugares de la ciudad de Oviedo. Once dibujos que nos proponen un recorrido por la capital asturiana y en los que el artista ha sabido captar a la perfección la esencia histórica y cultural de la capital asturiana, así como ese ambiente velado y entrañable de sus calles y plazas, habitualmente cubiertas por las nubes y humedecidas por la lluvia o por el orbayu, esa llovizna que no lo parece, pero termina calando hasta los huesos. Aunque no sé si con el cambio climático esto estará variando.

Díes de daquién / Días de alguien comparte con el poemario anterior el empleo del asturiano y el castellano. En el caso de este libro todos los poemas —no así en el otro— tienen su versión en las dos lenguas citadas. El uso del asturiano en la escritura de estos poemas es sin duda otro reto que el autor se ha impuesto y ha querido cumplir debido a ese querer reivindicar sus raíces asturianas, algo de lo que ya hemos hablado.

Pero la temática o la materia poética de este otro poemario no tiene necesariamente que ver con esos escenarios asturianos que aparecen en el anterior. Aunque surjan lugares o alusiones a dicho contexto. Días de alguien es un poemario donde hallamos esa poesía reflexiva, introspectiva, filosófica, a veces incluso con cierto sabor a aforismo que sabe cultivar con notable destreza Javier Olalde.

Dividida en tres apartados: “Díes rellumantes / Días refulgentes”, “Díes d’árboles y páxaros / Días de árboles y pájaros” y “Daquién / Alguien”, estamos ante una obra en la que descubrimos poemas hilvanados con esmero, con un léxico cuidado y escogido, sin artificios innecesarios. Poemas sutiles, honestos, en los que el poeta se expone sin ambages ante el público lector, donde encontramos imágenes de gran fuerza expresiva y una cadencia que otorga a los poemas un ritmo preciso. Poemas no demasiado extensos, elaborados con elementos entresacados de la naturaleza, del entorno que rodea al poeta o del vivir cotidiano, que se trasmutan aquí en materia poética para conformar un discurso donde el autor aborda temas complejos como el sentido de ser, el objeto de la existencia o la fugacidad del paso del tiempo.

Temas por otra parte presentes desde siempre en la literatura, pero tratados desde la óptica de un poeta con oficio literario, Javier Olalde, capaz de componer una obra poética con un estilo personalísimo —ya se ha subrayado — que conmueve y consigue llegar a lo más hondo de quien se acerca a sus versos.

Quisiera finalizar estas pinceladas sobre estos dos nuevos poemarios de Olalde invitándoles a su lectura. Entre otras cuestiones porque creo que este poeta es una voz más que notable de nuestra poesía actual y porque en estos libros encontrarán verdadera poesía de la mejor factura.

Francisco J. Castañón



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