Reseñas

La luz que oculta la niebla
José Guadalajara
Bahodón Ediciones, 2012

La luz que oculta la niebla es la nueva novela de José Guadalajara, un autor consolidado que ha publicado ya cuatro novelas históricas y dos libros dedicados al mito del Anticristo. Media docena de obras confeccionadas con rigor y esmero a las que ahora se une una novela de amor. Porque José Guadalajara abandona sus argumentos habituales para ofrecernos en La luz que oculta la niebla una historia de amor o como afirma Fernando Marías sobre esta obra: ‘una novela de desamor’.

En este sentido, la temática amorosa que impregna la novela trae a la memoria aquella idea que expresara Paul Eluard sobre su obra poética: ‘todos mis poemas son poemas de amor’, aunque en la poesía del maestro francés, como en las páginas de esta novela de José Guadalajara, encontremos mucho más que el tema del amor. De hecho hay que profundizar, casi escarbar en el texto, para encontrar el núcleo sobre el que gira la obra. Así, podemos observar un acentuado erotismo que emerge junto al amor en el relato y otros temas de carácter trascendental, como el paso del tiempo o la muerte, que aparecen igualmente en la novela.

Aunque pueda parecer una obviedad conviene decir que esta novela está muy bien escrita. Hace poco el premio Nobel Mario Vargas Llosa afirmaba que ‘ya no se escribe para la eternidad’. La aseveración puede parecer grandilocuente, pero frente a esa literatura tan extendida en la actualidad que se escribe y edita con el único fin de distraer al público lector hay otra literatura hecha para perdurar, para ser leída y apreciada con la misma vigencia hoy y en el futuro, para resistir al tiempo. Por lo menos ese es el objetivo a perseguir. Otra cuestión es que se logre. En todo caso, la novela de José Guadalajara pertenece a este último tipo de literatura. El veredicto final lo dictaminarán quienes se acerquen a sus páginas, pero sin duda estamos ante una obra que merece la pena ser leída.


En esta novela el autor no se limita tan sólo a relatar una serie de acaecimientos, ya que de ella podemos extraer elementos que son igualmente dignos de nuestra atención: su riqueza léxica, sus referencias culturales, los lugares en los que acontecen sus episodios, la invitación a conocer dichos lugares, el humor inteligente que destilan algunos de sus pasajes, etc.

La novela de Guadalajara es también una de esas obras con las que se aprende a escribir. Aseveraba Camilo José Cela que no existe una fórmula para aprender a escribir una buena novela, cada escritor debe forjar su propio método. Por ello, sin minusvalorar la labor que hoy en día desarrollan numerosos talleres de escritura, seguramente la mejor escuela para aprender a escribir es leer buenos libros y La luz que oculta la niebla es un buen libro, literatura de calidad, muy recomendable para quienes además de ser avezados lectores quieren adentrarse en el ejercicio de la escritura.

La novela está bien elaborada, bien estructurada, los diálogos son fluidos y no estorban el discurrir del relato, el juego temporal entre presente y pasado —que como ya nos advirtió Arnold Hauser impregna la narrativa moderna desde la aparición del cine— también tiene su reflejo en la novela de Guadalajara, donde la intriga se mantiene hasta las últimas páginas dando una solución inesperada al desarrollo de la trama.

Por otra parte, en el ámbito de los personajes de la novela destaca el reto que afronta el escritor al dar vida a un personaje femenino que es al mismo tiempo la protagonista de esta novela. Un desafío del que el autor sale bien parado, pues no es tarea fácil para un escritor varón conseguir, sin que resulte forzado o poco verosímil, dar voz y protagonismo a un personaje femenino. Sin embargo, como se ha mencionado, Guadalajara construye a su protagonista con enorme acierto. En definitiva, y parafraseando en positivo a su protagonista, podríamos decir que gusta el personaje y la trama no se hace densa en ningún momento.

Sólo queda, pues, recomendar la lectura de esta novela en la que se unen entretenimiento, intriga y buena literatura.
 
© Francisco J. Castañón

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